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Mientras que artistas como Dua Lipa, Taylor Swift y Rihanna han recuperado los derechos de sus canciones, otros como Bruce Springsteen, Bob Dylan y Dr. Dre los han vendido. Pero… ¿por qué?

Cuando un músico vende sus canciones, lo que vende son los derechos sobre ellas, y las regalías que se pagan por el consumo y el uso de sus temas. En virtud de los contratos típicos de esta industria, el derecho de autor y los derechos conexos quedan repartidos entre el artista y la discográfica. Hasta hace poco, las ventas de catálogos musicales se hacían a multinacionales del sector, como Universal o Sony Music. No obstante, desde el comienzo de la presente década, estos catálogos también han despertado el interés de los fondos de inversión, con el consiguiente aumento de su valor. En paralelo al creciente volumen de ventas de catálogos musicales, hay artistas como Dua Lipa que han comprado de nuevo sus propias canciones en un afán por recuperar el control de sus derechos.

Taylor Swift en su gira Speak Now en Sídney (Australia), en 2012 (foto de Eva Rinaldi en Flickr).

Con la venta, los ingresos están garantizados

Cuando un músico vende su repertorio, tiene la certeza de la suma que va a recibir por él. Así, sus ingresos no dependen de la popularidad que tengan sus temas en el futuro ni de las crisis eventuales que atraviese la industria musical. Para el vendedor, el beneficio radica en la obtención inmediata de unos ingresos que, según la popularidad de los títulos del catálogo que venda, pueden ser considerables.

Como sucede en el sector inmobiliario, hay épocas buenas y malas para vender. Durante la crisis de la COVID-19, los artistas que perdieron ganancias por la cancelación de sus giras se encontraron con que era el momento oportuno de vender, y así aprovechar la revalorización de sus catálogos inducida por el interés de los inversores.  En 2020, Bob Dylan vendió parte de los derechos de más de 600 canciones a Universal por una cifra estimada en varios cientos de millones de dólares. Desde entonces, Bruce Springsteen, Tina Turner, Dr. Dre e incluso Justin Bieber han cerrado acuerdos similares. Con arreglo al sistema de derecho de autor, los titulares de los derechos sobre una obra creativa conservan el control de la creación hasta 70 años después de la muerte de su autor original, según el país. Con la venta en vida, el creador puede transferir al presente esos ingresos que hubiera percibido en el futuro.

Entonces, ¿por qué hay artistas que compran sus propios catálogos?

Con la compra, los artistas recuperan el control de sus derechos e ingresos

Las ventajas que obtienen los músicos al volver a comprar sus obras no se quedan únicamente en el aspecto económico. Cuando un artista es dueño de su música, tiene libertad para decidir el uso que se hace de su obra y tiene voz y voto en la dirección artística de las grabaciones.

Jay-Z en directo en el Oslo Spektrum el 23 de octubre de 2013 (foto de NRK P3 en Flickr).

Hace casi veinte años, Jay-Z compró los derechos sobre su música. Desde entonces, han seguido sus pasos artistas como Rihanna, en 2016, Zara Larsson, en 2022, y Dua Lipa, en 2023. Cuando la antigua casa discográfica de Taylor Swift vendió sus seis primeros álbumes sin contar con su visto bueno, la cantante decidió volver a grabar sus discos para ser la dueña de las nuevas versiones que, enseguida, han superado en popularidad a los títulos originales en las plataformas de streaming. Después de lo ocurrido, la artista firmó con otro sello discográfico con la condición de mantener la titularidad de todas las grabaciones que hiciera en adelante.

El caso de Taylor Swift goza de una amplia difusión gracias a las redes sociales y los medios de comunicación, que favorecen la propagación masiva de la información. Ante este fenómeno, las grandes discográficas han empezado a incluir en sus contratos nuevas cláusulas que estipulan que los artistas no pueden volver a grabar sus temas hasta pasados 30 años desde la grabación original.

Difusión de información en favor de los artistas

Con la creciente concienciación de los artistas sobre sus derechos, cada vez son más las discográficas que proponen contratos en virtud de los que, en lugar de ser los sellos los titulares de las grabaciones, disponen de licencias exclusivas vinculadas a ellas. Según otra modalidad, las casas discográficas mantienen la titularidad de las grabaciones durante cierto número de años antes de que el artista pueda reivindicar sus derechos. Kylie Minogue, por ejemplo, ha suscrito un acuerdo de este tipo, que establece que la titularidad de las grabaciones vuelve a sus manos al cabo de determinado número de años.

Hoy en día, los profesionales de la música pueden conocer y comprender mejor sus derechos. La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y la Music Rights Awareness Foundation han creado una plataforma en línea gratuita, CLIP, para orientar a los creadores sobre sus derechos de propiedad intelectual. Más información en goclip.org.